El Conservatorio de música de la Universidad Politécnica (UPOLI) enseña el arte musical a través de diversos programas. El local, aunque sencillo está dominado por el talento de sus estudiantes y profesores que logran crear un ambiente fascinante, cada cubículo tiene algo que admirar, repleto de sonidos refrescantes y afinados, que vivifican el arte musical.
Eran las 2:15 de la tarde cuando desde la ventana del auto apareció el muro pintado de rojo, con letras grandes y blancas que recitaba “Conservatorio de música de la UPOLI”. Un portón de hierro negro se mostraba viejo y gastado, pero abierto para quien con actitud curiosa quisiera escuchar admirado.
¡La música, mi amada!
Un chico alto y rubio está sentado a tan sólo unos metros de la entrada, usa el cabello largo y lleva a cuestas un estuche de instrumento, su nombre es Néstor Peralta, tiene 22 años y es estudiante de contrabajo, también toca el bajo en una banda de metal sinfónico, Excelsyum. Su expresión se torna apacibles con una pizca de emoción en sus ojos verdes olivo, al decir: “La música no me gusta, yo la amo, se apodera de mí y hace que mi cuerpo hable”.
En uno de los tres edificios que conforman el campus hay varios cubículos pequeños que funcionan como salones individuales de ensayo. Oscar Lanuza totalmente abstraído tocaba el piano en uno de ellos, suavemente deslizaba sus dedos entre las teclas blancas y negras que se conjuraban en una melodía agradable al oído. Con 19 años de edad es estudiante de la Licenciatura de Enseñanza Artística Musical y a la vez del programa de piano. Al terminar la interpretación de la pieza y con una postura que reflejaba seguridad expresa contundentemente: “Mi vida sin música no tendría sentido, la música lo es todo para mí, me complementa, no puedo vivir sin ella”.
“Júrame que aunque pase mucho tiempo…” entona una voz tiernamente proveniente de uno de los salones situados a uno de los costados. A través de la pequeña ventada se dibuja la silueta de una joven bajita y algo recia; cruzar la puerta revela una riada de sentimientos transmitidos con la música y las expresiones de la cantante, muy suaves y delicadas. “La música significa la expresión de mis sentimientos, es tranquilidad, es mi felicidad”, confiesa Fanny Cruz de 18 años, estudiante del Nivel Medio en Canto Lírico.
Dicen: ¡Es una locura!
Oscar camina unos pasos y regresa, y un poco indignado dijo: “¡Mis padres pensaba que era una locura!, pero logré convencerlos, argumentando que era algo formal”. Néstor, por su parte, con desprecio y frialdad comenta: “Mis padres pensaron que era una chavalada, una etapa más de la adolescencia”, luego de una pausa, baja la cabeza, y con dolor en sus ojos admitió: “hallé muchas puertas cerradas”.
“Las artes son subvaloradas en el mundo entero, existen temores de que la música no es una profesión o que si lo es, no es una profesión de la que se puede vivir dignamente”, y al decir estas palabras Israel Castro, subdirector del Conservatorio de la UPOLI, se muestra frio, demostrando que muchos antes fueron negativos acerca de su futuro en la música y que este tipo de alusiones han dejado de afectarle.
“La música está dejando de ser escuchada, ahora es sólo ruido” piensa Oscar. Otros creen en la realidad tangible, la materia musical que hace a las personas que amantes eternos de la música. “No sé si es posible vivir de la música, pero sí sé que es posible hacer de la música tu vida. Nadie sabe cómo será el futuro”, confiesa absorto Néstor, más para sí mismo que para los demás.
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