Relato de una viajera
La educación en Nicaragua es realmente preocupante, el acceso a las aulas de clases de los niños y niñas del país, especialmente en zonas rurales, es complicado; muchas escuelas son muy alejadas y no prestan las condiciones necesarias, a esto se le suma el salario de los maestros, que es el más bajo de Centroamérica. Pese a esto, los esfuerzos por los niños y niñas en asistir a clases, me hizo pensar diferente, ¡Todavía hay esperanza!
Mi idea cambió cuando un día cualquiera decido viajar con mi papá a la comunidad de Cuje, del municipio de Totogalpa, Madriz. Cuje es una comarca que limita con el municipio donde crecí, Palacagüina, desde que se llega no parece que el corredor seco del país está muy cerca, pues las ramas de los pinares y el aire fresco hace que me traslade a Dipilto u otro lugar fresco. Me siento sobre unas ramas secas a apreciar el paisaje, pero me distrae unas vocecitas, escucho que niños cantan, y sus risitas me despiertan la curiosidad por ir a observar lo que sucede.
Bajo la montaña donde estaba y camino aproximadamente 10 minutos por la senda de tierra, miro una casa con un corredor enorme, las voces cada vez se escuchan cerca, “Rojo, verde, amarillo… azul y blanco también”, cantaban. Era lo que pensaba, tres niños entre las edades de tres a cinco años estaban recibiendo clases.
En esta comunidad, las casas son muy lejanas; los niños y las niñas tienen que caminar más o menos tres horas de ida, y otras tres de regreso, para asistir a la primaria multigrado más cercana. Pero existe este preescolar comunitario llamado “El chagüite”, en una casa prestada por Don Luis Sevilla, donde según la maestra están matriculados ocho niños, sin embargo nunca asisten todos.
De acuerdo a cifras de Unicef- Nicaragua, la cobertura de la educación preescolar sólo alcanza 57.4%, de estos el 58.2% asistidos son niñas y el 57.2% niños; destacándose un déficit en la educación inicial.
Maestras comunitarias
Reyna, la maestra comunitaria de este preescolar, se levanta a las cuatro de la mañana para poder ir a dar clases, pues primero tiene que ir a recoger agua a un pozo que está ubicado a siete kilómetros de su casa, agua que ocupa para el aseo personal y el uso de la casa, al dejar sus quehaceres hechos camina hora y media al preescolar de lunes a viernes.
“Soy una maestra comunitaria, el trabajo que hacemos es voluntario, sólo nos dan una ayuda económica porque no hemos estudiado para ser maestra, pero me gusta enseñarle a los niños”, dice emocionada Reyna.
A pesar de todo
Cada día los niños y las niñas hacen el esfuerzo por ir a la escuela, a pesar de todas las dificultades que se presentan. Una nueva esperanza para el desarrollo del país. Lo cierto es que han sido seleccionados como mejores estudiantes niños y niñas de escasos recursos, lo que demuestra que importante es el empeño y las ganas de aprender.
Me quedó en mis recuerdos esta experiencia, que sin lugar a dudas, hay muchas similares en diferentes partes del país.
¡Orgullosa de mi gente, mi tierra y mis raíces! Orgullosa de esa niñez que lucha para salir adelante a pesar de todo; y agradecida con todas esas personas que con poco contribuyen a grandes cambios.
Atención integral a la primera infancia:
(Video producido por Nicaragua Educa)
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