La región pacífica de Nicaragua inicia con una península espectacular, farallones milenarios escudan la costa ,humedales unen los manglares con amplios esteros, la arena tostada se funde con las aguas cálidas del océano y un volcán demolido por una superexplosión en 1835, El Cosiguina, ensancha una laguna perfectamente azul. Es el inicio de la cadena volcánica de Nicaragua, desde Chinandega hasta Ometepe, las alturas son copadas por cimas y cráteres, algunos activos, pero en definitiva: emocionantes hasta los poros.
En septiembre de 2012, un turista canadiense junto a dos guías, descendieron en apuros el Volcán San Cristóbal, el más alto del país (mide 1750 metros sobre el nivel de mar), cuando sucedió una explosión severa, las cenizas, rocas calientes incendiaban la escasa vegetación de las laderas.En un vídeo aficionado, filmado por un guía local, se muestra la adrenalina y las emociones de exponerse a la vida salvaje en los volcanes de Nicaragua, el peligro de la situación fue contundente, sin embargo, los paisajes extremos son compensados con memorias de aventura.
Que los volcanes de Nicaragua estén activos es cotidianidad, cinco son los reyes de las entrañas. Esos volcanes son parte del cinturón de fuego del Pacífico, donde están las zonas más sísmicas del mundo, El San Cristóbal, Telica, Cerro Negro, Momotombo, Masaya y Concepción, destacan la variedad de climas y lo intrépido de escalarlos, la arena deslizante y el cenit, son obstáculos físicos, una odisea perfecta para contar y vivir, metas con un límite fijo: alzar la mano desde la cima y señalar la vista a sus cráteres, diseñados por la naturaleza para disparar exuberancia, calor, pasión y un paisaje de postal.
Acampar en uno de ellos, es una gala a gran escala, convivencia al aire libre para ver cuatro versiones del horizonte, el atardecer a contra luz de las laderas, las montañas de la zona central y las sierras vecinas, un límite en la Tierra, resguardado por los lagos Cocibolca y Xolotlán, los volcanes son observatorios naturales, faros maquetados por temblores y erupciones.
Correr, caer, anclarse en las piedras y rasgarse con las plantas describen el inicio de grandes aventuras, desconocidas, sin fatalidades y perfectas para los viajeros de verdad, aquellos libres y empachados de los aburrido y lo posible.
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