Tiene 31 años de edad, parece un hombre adulto y hasta actúa como uno, tiene una profesión y un plan de vida, pero siente que apenas empezó a vivir hace un año. Esta no es la historia de “El Hombre Bicentenario”, magistral filme interpretado por Robin Williams, esta historia es real, él es Marcos Ortega Morales, el hombre que por 30 años se sintió como un completo robot.
Desde los cuatro años Marcos ganaba concursos y reconocimientos en materias como matemáticas, bastante complejas para niños de su edad. “Siempre fui un apasionado de la informática y la inteligencia artificial, desde que me regalaron mi primer “Atari” supe que lo que quería era hacer videojuegos” cuenta Marcos mientras mueve sus pulgares, y vaya que lo logró, pero el camino tenía un par de niveles que él no esperaba.
Marcado por los números
Terminó la secundaria y el test vocacional no mentía, el amor y las habilidades de Marcos por los videojuegos, la informática y la inteligencia artificial marcaron sus opciones de carreras profesionales. Informática e Ingeniería en Sistemas eran las vías a seguir. Se decidió por informática y confiesa que no era un “alumno de 100”, el talento estaba, pero los números no lo mostraban. “La evaluación con números no refleja las cualidades de los estudiantes, yo era un estudiante de 70” dice Marcos entre risas.
Cuando estaba a punto de finalizar la universidad tuvo la oportunidad de laborar para el Instituto Nicaragüense de Energía (INE), con prácticamente nada de experiencia, pero con mucho talento, Marcos desarrolló el Sistema de Atención al Consumidor, un aporte determinante para esta institución y aunque no le gusta reconocerlo es una herencia para Nicaragua.
Ese mismo año (2009) decidieron nombrarlo Jefe Interino de Informática, “no me lo esperaba, yo ni siquiera formaba parte del departamento de informática”, expresa Ortega mientras baja la mirada. Fundó el Área de Desarrollo de Software dentro del INE y heredó todo un método de facturación para el sistema de energía eléctrica del país, pero no se sentía bien. A pesar de los logros y reconocimientos, la idea de renunciar y dejarlo todo era una posibilidad que daba vueltas en la cabeza de Marcos.
Cara a cara con la muerte
“Tenía una disnea y gripe… Sentí una molestia y decidí ir a la clínica, me dijeron que tenía dos opciones: hacerme los exámenes, irme a mi casa y esperar hasta por tres meses los resultados o quedarme internado por tres días y que me hicieran un chequeo completo para saber qué tenía”, narra Marcos. Decidió quedarse internado, descubrieron qué tenía una insuficiencia mitral ligera, una enfermedad que no permite que el corazón bombee la sangre que el cuerpo necesita, “esto lo tenía desde hace siglos y no lo sabía” agrega.
“Estaba molesto con el mundo… durante 30 años había vivido como un robot, trabajar, trabajar y trabajar”. El diagnóstico de los médicos fue lo que Marcos necesitaba para terminar de decidirse. Renunció. “Ese encuentro con la muerte me hizo darme cuenta de que no somos inmortales, la muerte está ahí y todos somos propensos a ella”, dice Marcos.
“Mi único objetivo era hacer dinero y ahora que lo pienso no era lo que yo quería… pasé gran parte de mi vida haciendo lo que no quería, algo que no me apasionaba”. Marcos Ortega entonces descubrió que a sus 30 años no había vivido, levantó sus pulgares y decidió tomar los controles de su vida.
Una nueva vida
“Renuncié y me fui a vivir a San Marcos, rico clima, fuera de Managua… como un retiro, lo que necesitaba”. Marcos aprovechó este tiempo para materializar una idea de negocio que desde hace tiempo había contemplado, relacionada con su gran pasión, los videojuegos. “Leí, me informé, busqué socios, encontré a cuatro aliados y a los seis meses ya había creado mi empresa”.
Fue entonces que Marcos Ortega empezó a vivir. “Estaba atrapado, ahora me siento libre, me siento vivo, acabo de descubrir un mundo de colores”, expresa mientras se le escapa una sonrisa de esas que deja a la vista toda la dentadura.
“Quiero conocerme a mi mismo, saber quién soy. Me he dado cuenta que era muy torpe socialmente, me costaba hacer amistades”, dice Marcos, quien ahora se ha internado en un mundo completamente diferente al que conocía. Ahora es amigo de personas con ideales y formas de vida totalmente alternativas. “Ahora intento hacer conexiones profundas, me estoy buscando y estoy abierto a todo”, confiesa.
Marcos dejó de llevar una vida sedentaria, estática y mecánica para descubrir un mundo diferente, activo, cambiante y diverso, aprendió a ver los matices, los colores. “Ya no veo televisión, escucho muy poca radio, viajo mucho, hago ciclismo, natación, camino, ya no fumo, casi no tomo y bailo mucho, soy mucho más sociable, antes sólo observaba y ahora interactúo”.
En busca de un corazón
La nueva vida de Marcos tiene color, actividad, nuevas caras, otro ritmo. Ahora es “casi” humano, tiene amigos y se siente libre, más vivo que nunca, pero se siente sólo. “Yo quiero encontrar a alguien con quien vivir hasta el último día de mi vida, quiero morir amando a alguien”, cuenta mientras se le escapa un suspiro.
El amor ha sido para Marcos una ecuación difícil, hasta ahora imposible de resolver. Reconoce que se siente tímido y frágil ante esta nueva experiencia. Aunque lo ha intentado sin tener éxito, este nuevo ser humano no se cansa y no descansará hasta que en su pecho, antes de metal, pueda sonar el latir de un corazón.
- Marcos Ortega Morales ahora lleva una vida más relajada, más integral y espiritual. Moisés Urbina
- Marcos Ortega Morales ahora disfruta cada detalle y cada momento de la vida. Moisés Urbina
- A Marcos se le ha dificultado encontrar el amor a pesar de su cambio de vida. Moisés Urbina
- Marcos sintió que la mayor parte de su vida fue un robot. Moisés Urbina
- Marcos dejó lo que muchos considerarían un futuro prometedor para seguir sus sueños. Moisés Urbina
1 Comment
Karla
diciembre 11, 2015 at 8:05 pmDe los mejores profesionales que he conocido, aún le extrañamos en la oficina, pero estamos contento de que estés haciendo lo que te apasiona