Para un extranjero viajar por las calles de la capital puede ser como un laberinto, las calles son anónimas, y las que tienen conservan nombres de lugares que ya no existen y para variar los conductores no conocen la cortesía de ayudar a quienes desconocen lo que es vivir en el anonimato.
Grant Russell, un estadounidense que desde hace dos años vive en Managua, relata que su inicio en la capital nicaragüense fue todo un desafío, pues debía preguntar constantemente a alguien que tuviera la cortesía de ayudarle a orientarse un poco. “Me confundía, solo sabía cual era la Avenida Bolívar pero las otras no tenían un nombre definido” menciona.
El acceso a los barrios es aún más complicado de conocer, sus puntos de referencia ya no existen “Yo no sabía dónde era la esquina de los ñatos cuando andaba en el Jonathan González, y el problema era que la calle no tenía un nombre, solo le dicen la calle de los ñatos”. Algo que destaca es que muchas personas incluso desconocen el lugar donde habitan “muchas veces pregunté a los pobladores cómo llegar a ciertos lugares y no sabían nada, luego descubría que ese lugar determinado estaba muy cerca del lugar en donde preguntaba alguna dirección “.
“Cuando al fín encontré un letrero fue aquí por Bolonia, me sentía aliviado, peor luego me di cuenta que las personas desconocían que el letrero estaba allí ” explica Russell, quien añade que cuando preguntó en donde se encontraba a una peatona que vió en el momento, ésta le dijo que estaba en “la pista del PriceSmart” y que no sabía donde era la pista Benjamín Zeledón, lugar en donde estaban conversando.
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Luego de las dificultades en Managua, Grant optó por ir a Matagalpa.